El deseo de agradar no es algo malo, somos seres sociales y en cierta medida todos lo necesitamos. Pero hay una línea que cuando se traspasa nos crea malestar y nos resta felicidad. Este problema está relacionado con los imputs que hemos recibido de familia y amigos durante toda nuestra vida. En concreto con el desarrollo de nuestra autoestima y el concepto que tenemos de nosotros mismos y de como hemos aprendido a relacionarnos con los demás.